Conocer nuestros orígenes, da valor a lo que somos. Pero, sí, no está enfocada, apenas se distingue algo y encima es en blanco y negro. Lejos de tener valor artístico alguno y con una calidad de imagen pésima. Finalizada la severa crítica, diré que ese no es el valor ni la importancia de la imagen que encabeza este artículo. Su valor reside en que se trata de la primera imagen fotográfica que se conoce.
Joseph Nicéphore Niépce ha pasado a la historia por ser el hombre que consiguió la primera fotografía, logrando imágenes mediante el método que denominó heliografía. Louis Daguerre tomo su idea y la mejoró logrando el daguerrotipo así como la consiguiente fama. Durante los primeros años experimentó con barnices sensibles a la luz, con cloruro de plata, pero, como muchos coetáneos, no fue capaz de conseguir imágenes permanentes y que no se terminaran desvaneciendo. Después probó con betún de judea lorgando mejores resultados. Más tarde, en 1822, comienza a conseguir resultados duraderos, pero esos primeros negativos quedan destruidos al intentar positivarlos.
Todo por ser un mal dibujante. Según él mismo trataba de buscar un método gráfico que le permitiese reflejar la realidad sin tener que recurrir a la habilidad de ser bueno con el dibujo. Una obsesión que le llevó al descubrimiento de algo grande, como ha ocurrido muchas veces en la historia.
Sin embargo, la primera fotografía, también de Joseph Nicéphore Niépce, o al menos para las casas de subastas fue ésta anterior titulada Tirando de un Caballo, una reproducción de un grabado holandés, que se considera de 1825. De hecho, fue vendida en marzo de 2002 al Museo Nacional de Francia por 450.000 euros. No se trata de un Gursky como hemos conocido hace poco, con el récord de los 4,3 millones pero no está nada mal.
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